lunes, 21 de junio de 2010

Los restos del genio del Barroco

Coincidiendo con una estancia de diez días en la península itálica, tierra que viera nacer al genio Michelangelo Merisi, Il Caravaggio, saltó hace unos días la noticia del hallazgo y atribución de sus restos mortales. Restos de enigmática localización, fallecimiento del que, durante siglos, han elucubrado los italianos y los cronistas del arte, añadiendo, si cabe, luces y sombras a la significación del gran genio barroco de los claroscuros, maestro de maestros, esplendor del arte de la pintura universal.

Como decía, pues, en días en que tuve ocasión de recorrer los rojos bajos de la Galleria degli Uffizi, coronados por la atribuida Medusa del genio de la luz (un archiconocido icónico escudo) y salpicadas sus paredes por su colosal influencia en la pintura de la época, con los magníficos Van Honthorst, Spadarino, Gentileschi (para mí, especialmente magnífica)… surgió en prensa la enésima noticia sobre el misterio de la muerte del maestro, acaecida, según último anuncio basado en pruebas de ADN, el 18 de julio de 1610 en Porto Ercole, en la Toscana.

Y, a partir de ese anuncio, la batalla política por los presuntos restos del pintor maldito: a batirse comienza la Lega Nord, que defiende un enterramiento en Milán, ya que Caravaggio fue bautizado en la milanesa iglesia de Santo Stefano in Brolo (1571), y, en misma trinchera, la alcaldesa de la ciudad: “siendo el más célebre pintor lombardo y habiendo nacido en Milán, justo sea que aquí repose”; respuesta contraria del director del comité que ha llevado a cabo la investigación sobre los restos: “por tradición, el lugar de la sepultura es aquel de la muerte”. La batalla continuará, sin duda.

De vuelta a España, leo que El País se hace también eco de la noticia y que la interpreta, digamos, un poco maliciosamente, pero simpáticamente perfumada del costumbrismo a la italiana que, desde Totó, permanece en el imaginario español sobre la patria de Dante: Intereses turísticos y mediáticos habrían propiciado un nuevo (no el último, por supuesto) capítulo del culebrón sobre cómo y dónde murió el genio del Amor victorioso. Y, en medio de la tensión política y periodística, una figura, cómo no, británica (el crítico Andrew Graham-Dixon) surge de las sombras con un nuevo ensayo para decir que Caravaggio, un hombre violento, habría recibido la puñalada en la cara -que días después provocará su muerte- en la taberna del Cerriglio, en Nápoles, frecuentada por homosexuales. El culebrón, como la obra inmensa del genio, continuará.



Caravaggio, Giuditta e Oloferne (1599), Galería Nacional de Arte Antigua, Roma.


1 comentario:

  1. Un tema muy bien traído:Hay casos que,ni dejando escrito su deseo,se respeta la voluntad del difunto(Rodriguez de la Fuente es muy cercano).

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